lunes, 3 de noviembre de 2008

En homenaje al “Negro” Fontanarrosa

Se realizaron películas, pinturas, obras teatrales y un documental

§ Nunca calculó cuantos chistes hizo, pero empezó a publicar en Clarín en el 73, y antes publicó en Hortensia y en otras revistas.

§ En el 2003 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica desde entonces salía poco y nada, ya no va ni a la cancha ni al café y viaja mucho menos.









Estas fotos fueron tomadas de la muestra que se puede visitar en Oroño 973 titulada 100% Negro fontanarrosa

Cantidad de homenajes se han realizado para el humorista gráfico y escritor Roberto Fontanarrosa, como la película “Cine Negro, realizado por Mariana Wenger la cual muestra parte de la vida y la obra a través del relato de varios colegas, amigos, actores y familiares del artista. El dibujante rosarino Noke le dedicó una pintura gigante en Arroyito; Rafael Ielpi y Eugenio Filipelli recopilaron distintas épocas de la historieta telúrica del Negro para hacer la obra “Como un rompecabezas”.

Sumado a esto el Ejecutivo de History Channel le dedicó un documental-homenaje. Asimismo el actor y director Mario Vidoletti le rinde tributo con su espectáculo "Fontanarrosa a gusto e piacere". Actualmente se puede disfrutar de la muestra titulada Fontanarrosa 100% negro la cual incluye más de 200 obras entre originales de viñetas de humor y tiras de historietas, afiches, dibujos, tarjetas; almanaques y ejemplares de diarios y revistas.

Nació en Rosario el 26 de noviembre de 1944, se le conocía su gusto por el fútbol, deporte al cual le dedicó varias de sus obras. Siempre mostró su simpatía por el equipo al que seguía desde pequeño, Rosario Central. En los años setenta y ochenta, se lo podía encontrar tomándose un café en sus ratos libres en el bar El Cairo en la esquina de calles Santa Fe y Sarmiento, sentado a la mesa de los galanes, escenario de muchos de sus mejores cuentos.

Nunca calculó cuantos chistes hizo, pero empezó a publicar en Clarín en el 73, y antes publicó en Hortensia y en otras revistas. Las cuales suman aproximadamente la cantidad del diario, en total el doble. “Mirá, ahí, en una piecita, está todo el archivo, que es un quilombo. Le pedí a mi primo, que es radiólogo, unas cajas rojas rígidas que son buenísimas”, ahí guarda todo su historial. Como no es muy nostálgico, no se les da por mirarlos. Además en el 2003 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad crónica discapacitante, inflamatoria, neurodegenerativa y no contagiosa del sistema nervioso central, por la cual perdió paulatinamente su movilidad. Y no podía manipular las cajas.

No hizo la cuenta, pero debe haber editado cerca de sesenta libros. “A eso de escribir para los escritores yo no le encuentro la gracia; la cosa son los lectores”, descifró. Sentarse a dibujar y a contar todos los días “es un trabajo vocacional” y el gusto lo sigue manteniendo. Lo que pasa es que se le hace mucho más trabajoso dibujar con las secuelas de la enfermedad. Lo que antes le llevaba diez minutos, ahora le lleva media hora. Entonces, “el placer de dibujar se diluye un poco, uno se hace mala sangre y selectivo”, explicó. Prefiere reservar la energía para cosas puntuales como Inodoro y los chistes.

“Aunque a todo uno se acostumbra, la situación te rompe las pelotas y te sentís mal. Bastante bien me la he bancado”, confesó. Contó además que sale poco y nada, que ya no va ni a la cancha ni al café y que viaja mucho menos. Se le complicó cuando tuvo que dejar algunos de sus paseos habituales como ir a una librería. “Pero bueno, uno va reacomodando todo y trato de pensar que es sólo una etapa”, dijo. Lo que le preocupa es que le tocó una enfermedad sofisticada. “Hasta los médicos dicen que es rara”.

La dotora especialista en Neurología Jimena Garrote, quien trabaja actualmente en Instituto Cardiovascular de Rosario (ICR). Y trabajó en La Fundación Rosarina de neurorehabilitación detalló que las recaídas “son periodos en que las personas con esta enfermedad hacen un determinado síntoma, puede ser una lesión que se agrave o aparecer nuevas lesiones. Las más comunes en estos pacientes son la debilidad en alguna parte del cuerpo, la inestabilidad para caminar y la neuritis óptica”.

Fontanarrosa para asistir a la Feria del Libro tuvo que sacarse el prurito y alquilar una silla de ruedas, “Así no vivo esa tensión del carajo, del temor a caerme”, exteriorizó. Allí firmo libros y charlo con la gente. Siempre trató de tomarlo lo mejor posible. Como le dijo una compañera de trabajo: “Tomalo como un período, como que jugando al fútbol te quebraste una gamba y tenés que estar en silla de ruedas”. Como diría Inodoro: “Mal, pero acostumbrado”.

Su último libro, El rey de la milonga, lo escribió con el tema de salud encima. Intentó volcarse un poco más hacia el realismo, pero siempre respetando la estructura clásica del cuento. “La parodia es fácil, la cosa es cuando hay que contar algo con palabras propias”, opinó. También lo influyó lo que estaba leyendo en ese momento. Hacía mucho que no leí ficción pero si reportajes, ensayos, testimonios y biografías. El último está escrito con historias de vida supuestas, aproximaciones periodísticas. Siempre le gustó mucho como género el reportaje; Capote, Mailer, Salinger lo han influenciado.

“Aquí, un libro que vaya muy bien puede vender quince mil ejemplares. ¿Y cuánto tira una edición de Clarín ? No hay ni punto de comparación”, relacionó. “Será por eso que cuando se hizo el Congreso de la Lengua, que vino José Saramago provocó acá una especie de expectativa como si viniera Brad Pitt. Y me preguntaba cuánta gente habrá leído a Saramago. Yo leí algún reportaje a Saramago, pero no leí sus novelas. Entonces, ¿por qué provoca esta repercusión?”, se preguntó Fontanarrosa.

Fue expositor en el III Congreso de la Lengua Española que se desarrolló en Rosario el 20 de noviembre de 2004. En el mismo dio una charla sobre las malas palabras. Donde reconoció que no sabía de qué hablar. En un momento, pensó en hablar sobre el idioma castellano. Pero después se dio cuenta de que no tenía mucha capacidad, ni autoridad. No le parecía divertido, y todos iban a hablar de eso. Y se le ocurrió eso de hacer una defensa de las malas palabras. Como que tonto puede ser una disminución neurológica agresiva, pero el secreto de la palabra pelotudo está en la letra ‘t’. Y además que la palabra mierda es irreemplazable, y el secreto está en la ‘r’ fuerte.

En Colombia varios escritores le hicieron un homenaje, cuando volvió a Rosario la gente salió a la calle a ovacionarlo. “Fue muy sorpresivo”, el escuchaba, afuera, a unos pibes que gritaban: “Negro, querido, el pueblo está contigo”. Luego empezó a sentir trompetas, se le acerca su mujer y le pide que se vista “estaba en calzoncillos”, confesó. Entonces, ahí se preguntó: “¿Adónde va esta historia?”. Salió al balcón y miró para abajo. “¿Viste cuando miras una situación y no la entendés?”, disertó. Había un ómnibus descubierto, lleno de gente; mariachis; gauchos a caballo con banderas. “No hubo discursos, ni cosa solemne, nada pomposo. Fue un homenaje muy futbolero, estaban todos los amigos que uno tiene por ahí, y yo estaba súper emocionado. Con los años, uno se va poniendo más de la lágrima fácil”, reveló el dibujante rosarino.

Las manifestaciones populares lo emocionan más que los actos solemnes y es cierto que la enfermedad lo sensibiliza bastante. “¡Cómo no me voy a poner mal si de golpe yo miro para abajo y la veo a mi vieja, que tiene 86 años! Veo a mi hijo, que yo pensaba que estaba en Córdoba. Yo siempre fui de madera jugando al fútbol, ¿viste?, pero no desde lo emocional. Como decía un amigo: uno se pone viejo y pelotudo”, recordó.

“Los éxitos suenan como pedantes, los fracasos son divertidos y hasta tienen algo romántico; la derrota siempre es más digna”, definió. Prefiere a los perdedores natos porque son queribles. Aparte, dijo que “proviene de algo más autobiográfico: porque la introspección y la timidez son el común denominador de los humoristas”. De chico, tuvo una timidez dolorosa, no se atrevía a entrar a un quiosco a comprar caramelos. Para superarlo se buscó un trabajo que para él es una terapia. Comentó que el tipo que dibuja, lo hace para acercarse, de alguna manera, a la gente. Su inseguridad era tan grande que recién estuvo tranquilo cuando vio que había algo que hacía bien: dibujar.

El 18 de enero de 2007 anunció que dejaría de dibujar sus historietas, debido a que había perdido el completo control de su mano derecha a causa de la enfermedad. Sin embargo aclaró que continuaría escribiendo guiones para sus personajes. Roberto Fontanarrosa apodado El Negro, falleció el 19 de julio de 2007, a la edad de 62 años, víctima de un paro cardiorrespiratorio una hora después de ingresar en un hospital con un cuadro de insuficiencia respiratoria aguda.

Entrevista de Diego Heller del Diario Clarín.

Actualizada y llevada a otros estilos periodísticos por Aguilera, María Celeste.






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